VRAE: ¿SUBVERSIÓN O NARCOTRÁFICO?
Los Valles conformados por los ríos Apurímac y Ene se han vuelto una zona emblemática para la actividad del narcotráfico, los cultivos de hoja de coca, la actividad de un remanente de lo que fuero el PCP sendero Luminoso y un dolor de cabeza para el gobierno. Es una zona alejada de los centros urbanos y presenta una logística complicada para la presencia del Estado centralista y criollo peruano. Prácticamente es una ‘tierra de nadie’.
Hace poco, debido a la matanza de 14 soldados y un capitán del ejército esta zona conocida como el VRAE ha saltado nuevamente a la palestra nacional. Desde el Estado y los grandes medios de prensa se han dicho y ensayado muchas explicaciones. Es difícil tomarlas en cuenta pues el desconocimiento de lo que sucede en esta zona proverbial entre los políticos criollos, autoridades del Estado y el periodismo capitalino.
El principal argumento o explicación que escuchamos los ciudadanos de a pie, los trabajadores y población en general es que fue un acto terrorista perpetrado por una facción de senderistas, asimismo, que el ejército necesita más presupuesto, que se tiene que cambiar la estrategia militar, priorizar el trabajo de inteligencia y ganarse a la población, etc. Todo esto no son sino medias verdades y debemos saber que la media verdad es una mentira completa.
El problema de fondo es el narcotráfico no la actividad de Sendero Luminoso.
Lo que no se dice o se pasa por alto olímpicamente es que el narcotráfico ha avanzado en el país. Hace muchos años el periodista británico, Simon Strong , escribió que el narcotráfico avanzó y narcotizo el Estado peruano desde los ochentas. El paso de los años y la historia confirman este acerto que ha sido confirmado y repetido por varias investigaciones posteriores.
Ahora el VRAE ha devenido en la zona más próspera del Perú en la producción de cocaína, tanto así que nuestro país se ha convertido en el segundo productor mundial de este estupefaciente, sin embargo el facilismo del gobierno aprista, de ministros generales y demás políticos del poder es desviar la atención ciudadana y echarle la culpa a una organización política inexistente en términos cuantitativos y cualitativos. Todos ellos hacen de la vista gorda o evaden el principal problema nos hablan de una lucha contra la subversión pero parecen ignorar que los narcotraficantes dominan en la zona y están muy bien armados en defensa del multimillonario negocio de la cocaína.
Pero ¿por qué ese interés de desviarse del problema esencial? ¿Por qué distorsionar la realidad?
La producción de hoja de coca bordea alrededor de las 120 mil toneladas, de las cuales sólo 9000 van hacia el consumo tradicional y la producción industrial (según el sociólogo Jaime
Antezana), el resto se utiliza para la fabricación de clorhidrato de cocaína. Muchos años atrás el negocio ilícito sólo lograba producir la pasta básica (materia prima para la transformación en cocaína) que se exportaba a Colombia. Pero ahora nos hemos convertido en país productor y exportador de cocaína. Según el diario norteamericano New York Times el Perú produce anualmente 290 toneladas de cocaína (¡!) esta cantidad, traducida en dinero significa, según los expertos, unos 18 mil millones de dólares, suma equiparable al total de minerales, textiles y productos agrícolas que exportamos. Según el periodista Carlos Angulo Rivas 18 toneladas de cocaína son para el consumo interno de conspicuos empresarios, jueces, políticos, periodistas y militares de alto rango.
Pero de esto no habla el gobierno ni sus ministros, prefieren repetir machaconamente que el problema es la subversión y el terrorismo porque esto les rinde réditos políticos, porque así engañan a la población y de paso preparan el terreno para el uso de la represión militar en caso de que las luchas populares desborden o se salgan de control.
Con el afán de encubrir el próspero negocio del narcotráfico distorsionan la realidad y nos hablan de luchar contra el terrorismo y los remanentes de Sendero Luminoso. Por eso es que no hay grandes pesquisas sobre los ingentes insumos para la industria del ‘oro blanco’. La ministra aprista Mercedes Cabanillas ha planteado que se necesitarían 30 millones de dólares para implementar garitas ambulantes de la policía para combatir el transporte de insumos hacia el narcotráfico, porque es difícil controlar y revisar los camiones que transportan estos insumos, sin embargo, nos preguntamos ¿cómo es que pasan los insumos químicos que ingresan a las zonas productivas, y entre esos insumos, las ingentes cantidades de kerosene? (diariamente pasan miles de galones, aproximadamente 3 mil)¿No están acaso todas las entradas al VRAE cubiertas por la policía y el ejército? ¿Cómo se traslada toda la cocaína producida? ¿No se conocen los aeropuertos clandestinos o se hacen de la vista gorda las autoridades? Lo que pasa es que el narcotráfico está infiltrado entre las instituciones estatales. Es imposible recordar ahora el narcoavión presidencial en la época de Fujimori o un buque de la Marina de Guerra lleno de droga. Ejemplos abundan. Hace pocos días (20 de abril) se filtró a la prensa el caso de dos policías, que en una requisa de pasta básica (PBC) fueron cogidos ‘in fraganti’, la ministra del interior simplemente no quiso hablar de esto.
El plan excelencia 777 y la estrategia en el VRAE
Siguiendo los planes del Pentágono contra el ‘narcoterrorismo’ el gobierno, extrañamente concedió a las FFAA un papel central en la zona del VRAE. Allí en coordinación entre el ejército, la marina y la aviación se impulsó una fuerte ofensiva militar y con apoyo de información norteamericano.
La estrategia se centraba en dos objetivos, dar un duro golpe a la subversión y tomar el control del Vizcatán, sin embargo, debido a la matanza de los soldados, entre ellos un menor de edad, el país se enteró de que ninguno de estos objetivos se cumplió. No podía cumplirse, desde el comienzo estaba mal planteada la estrategia, se lucha con fantasmas. Sendero no existe o su potencial está sobredimensionado.
De hecho, lo que existe, en la estrategia militar es la misma fórmula que ha venido aplicando el Estado desde la aparición de la ‘lucha armada’ en los años 80: asesinatos de pobladores para justificar su plan, como el caso de humildes campesinos (ejecuciones extrajudiciales con tiros en la nuca) y de una mujer embarazada junto a sus dos niños de 2 y 5 años. El ministro que más se parece a un fantoche justificó el asesinato de esta mujer y sus pequeños hijos diciendo “¿qué diablos hacía esta mujer en Vizcatán? ¿Estaba rezando el rosario?”. El asesinato se produjo a las 7 de la mañana junto a toda su familia, en su propia finca, porque se negaron a , abandonar su finca que ahora es usada como base de operaciones. Es decir desde el Estado se termina avalando la impunidad y la guerra sucia, continúa pensando que la acción militar es suficiente.
Los ‘enfrentamientos’ militares no tienen sentido mientras el gobierno se haga de la vista gorda frente al narcotráfico, mientras no se combata contra el tráfico de insumos que utilizan los narcotraficantes para transformar la hoja de coca en cocaína que van para la zona del VRAE. Si bien existen remanentes del maoísmo de Sendero Luminoso, estos no plantean la lucha armada como una salida política para los problemas del país sino que se han convertido en elementos funcionales al narcotráfico, es decir, han degenerado, más allá de que su táctica hacia la población haya cambiado.
De esta manera, se termina protegiendo al negocio del narcotráfico bajo el argumento de que se combate a la subversión. En esta misma lógica cae el llamado del Partido Nacionalista que pide unirse a implementar un Plan de Paz y Desarrollo para la zona, restando importancia a las causas del conflicto y exigiendo acciones sociales y mano dura al mismo tiempo. El ejército tiene una negra historia en ejercer la violencia contra los más indefensos, los campesinos pobres, presentándolos como terroristas. Como una broma macabra la historia parece repetirse, así no hay justicia, menos democracia y peor aun la tan aludida reconciliación nacional.
En este camino, el país va en una peligrosa dirección hacia la militarización de ‘zonas de guerra’. Para ello cuenta con la inestimable cooperación militar norteamericana, que además le serviría, llegado el caso, de utilidad geopolítica y militar. Es inobjetable la existencia de una base militar norteamericana en la zona justificada como un Centro de Operaciones e Inteligencia Conjunta con el supuesto objetivo de apoyar la ‘pacificación’ y realizar ‘acciones cívicas”.
El fracaso de la estrategia subversiva
Debido a crasos errores tácticos de la estrategia que provocó la muerte de militares, el gobierno prometió algunos cambios y más recursos a para las FFAA. Se priorizará el trabajo de inteligencia militar, y una política para ‘ganarse a la población’, se evitará reclutar a menores de edad, etc.
Pero ¿por qué son tan resistidos o no son aceptados los militares por la población? ¿Cómo apoyarlos si se comportan como ejércitos de ocupación? ¿Acaso no se han presentado casos de robo de animales y violaciones por parte de militares y policías? ¿Cómo conseguir el apoyo de los campesinos si, bajo el pretexto de la lucha antidroga, el ejército trabaja codo a codo con militares de EEUU que pretende apoderarse de la Amazonía y sus riquezas?
Nos anticipamos a anunciar un nuevo fracaso, pues, como dijimos al comienzo, el objetivo está equivocado. No es la subversión sino al narcotráfico al que hay que combatir. Segundo, la realidad de la zona no cambiará con unos cuantos millones destinados a la zona, pues sólo sirven para justificar que se hace algo. Mientras tanto, no existe un plan alternativo a la sustitución del cultivo de la hoja de coca, el abandono de la zona persistirá, más allá de sendas declaraciones, hechas solo para redituarse políticamente y para los titulares de la prensa.
En otro artículo nos ocuparemos sobre los remanentes del “terrorismo” de Sendero Luminoso en la zona.
viernes, 24 de abril de 2009
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