A propósito de la película 'Slumdog Millonaire'
No es ningún secreto para el marxismo que, en base a la enorme miseria de la abrumadora mayoría de la población (despojada de todo medio de producción, a excepción de su fuerza de trabajo) surja la gran riqueza de los capitalistas. Y esto es lo que ocurre, también, en la industria cinematográfica a escala mundial; lo mostró claramente Hollywood en su última entrega de premios.
En efecto, las últimas semanas han aparecido cientos de artículos analizando el significado del “reconocimiento” a los últimos films producidos; muchos han señalado, en alguna medida, cómo, la multipremiada película india ¿Quién quiere ser millonario? (Slumdog Millonaire), que se llevó 8 de los 10 Oscars a los que estaba nominada –incluyendo el de “mejor película”-, es una muestra de esto.
Los slumdogs (que hacen millonarios a otros)
En Argentina son conocidas como “villas miseria”; en Brasil son “favelas”; en Perú, “barrios jóvenes”. En la India son los “slumdogs” los pobres habitantes de los suburbios (el diccionario Espasa-Calpe de inglés dice que, en “sentido figurado”, un slum es una “pocilga”[1]). Allí fue donde se filmó la multipremiada y ganadora indiscutida en “la noche de los Oscar”, Slumdog Millonaire.
La película fue filmada en Dharavi, el mayor suburbio de Asia: apenas 175 hectáreas que concentran cerca de 1 millón de habitantes. Este barrio, uno de los más pobres del mundo, recibe a miles y miles de desplazados de Bombay (o Mumbay), capital financiera de India. Allí llegan musulmanes, bengalíes y otros, que forman una “industria local” que (sobre)vive del reciclaje diario de la basura, trabajando en las 15 000 pequeñas fábricas y los 30 000 talleres que se calcula hay. Ellos emplean las 6 000 toneladas diarias de desechos que produce Bombay[2] -una ciudad de 15 millones de habitantes-.
Pese a la “alegría” del presidente por los Oscar a la película que refleja (en parte) esta realidad, lo cierto es que el gobierno quiere esas tierras, ya que al estar en el distrito financiero son muy cotizadas: actualmente son las más caras del mundo. Hay 19 grandes capitalistas interesados en levantar una nueva y más grande “city hindú”, que le redituaría al gobierno unos 10 000 millones de euros.
Pero lo fundamental –negocios inmobiliarios aparte- de esta entrega de Oscars es cómo, la internacionalización capitalista opera en esta industria, haciendo surgir de la pobreza la riqueza (para unos pocos): Slumdog… ya ha recaudado 160 millones de dólares en el mundo, sólo de taquilla (venta de entradas).
Hollywood y su entrelazamiento (económico) “globalizador”
Un artículo explica así el fenómeno: la India, dice, es un “apetecible y además democrático subcontinente de 1 150 millones de personas que tiene una exitosa megafactoría cinematográfica, Bollywood, y hacia el que productores y actores norteamericanos miran sin disimulo. Y al revés: el magnate indio Anil Ambani inyectó el año pasado 600 millones de dólares en Dreamworks, la productora de Spielberg”[3]. Este “ida y vuelta” consiste entonces en cómo, Hollywood, ingresa a un enorme mercado de más de 100 millones de personas-consumidores, aprovechando que el cine es parte fundamental de la cultura popular de la India. Y cómo a su vez puede producir sus propias películas a bajo costo (en equipamiento, salarios del personal técnico, etc.) para vender otros productos al resto del mundo –lo que como vimos incluye una nueva élite india socia de Hollywood-. Lo “nuevo” en el caso de Slumdog Millonaire es que ahora se “exportan” (como una “muestra democrática multicultural”) los mismos actores y dramas indios… aunque el director y la producción son ingleses. Valga como ejemplo de la conveniencia de asociación esta comparación de costos: mientras que Titanic costó 280 millones de dólares, Slumdog… sólo 15.
Otro análisis dijo que el éxito de Slumdog… “es posible interpretarlo a la luz de cierta tendencia globalizadora que ha venido experimentándose en los últimos años: Hollywood se ha vuelto un poco ambulante: filma donde la inversión resulta más barata (con la vista puesta en mercados que todavía no domina), y en esa estrategia incorpora la dosis de osadía y novedad de la que carece su gran producción mainstream, con lo que genera el efecto ilusorio de una vivificadora renovación. Unas gotas de exotismo sin excesivo riesgo, al fin, porque por lo general no le imponen una mirada distinta sobre el mundo: sólo lo llevan a traducir a otras lenguas y a otros paisajes sus viejas recetas”[4]. Los habitantes de Dharavi se encontraron ante estos acontecimientos divididos: unos, ante el “estrellato” mundial por el reconocimiento de Slumdog… tenían la esperanza de recibir alguna ayuda (“Quizás ahora los políticos hagan algo con toda la atención que estamos recibiendo”, dijo una vecina del slum a la prensa); otros, más “realistas”, expresaban un escepticismo total: uno dijo “No veo ningún cambio en Dharavi y no veré ninguno en toda mi vida. Nuestros políticos no han podido cambiar nada durante sesenta años, entonces ¿qué harán estos cineastas? Vendrán, grabarán imágenes y sacarán dinero. Estaremos aquí hoy, mañana e incluso en los próximos sesenta años”[5].
La cultura amenazada (y utilizada)
Es evidente que la gran industria cinematográfica dominante se hace eco de la crisis mundial: “Hollywood, como nunca, tomó nota que la crisis subió a escena y que la factoría de sueños deberá replantearse su fisonomía y sus inversiones a la sombra del gran parate mundial”[6]. Y ante ello, Slumdog… busca funcionar como “un espeso y heroico melodrama de amor y supervivencia en la violenta Bombay. Su Oscar sugiere un camino: nada de cuestionamientos al sistema ni de tremendismos altisonantes ni de denuncias recargadas; el mundo -nos dice la Academia- sólo está para la esperanza”[7].
En momentos donde el mundo capitalista se encuentra en crisis, Hollywood se posiciona ante el “cambio” de la “obamanía”: una verdadera simulación de “apertura”[8], que es demagogia cinematográfica a gran escala, donde hay premios para producciones donde hay gays (Mi nombre es Harvey Milk[9]), actrices españolas (Penélope Cruz) y “milagros” donde cualquiera se hace millonario.
Sin embargo, la realidad podrá más que cualquier fantasía que difunda la clase dominante desde sus monopolios culturales y, ante la amenaza a la vida (y a la cultura y al arte) que representa el actual hundimiento económico capitalista, la lucha de clases, que surgirá como respuesta la debacle burguesa, será más fuerte que cualquier “magia”, impactando positivamente la retina (y la mente) de millones.
jueves, 16 de abril de 2009
Cine: ¿quién quiere ser millonario?, para no olvidarnos de los aparatos culturales burgueses
Etiquetas:
amistades peligrosas,
Cine y literatura,
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