VRAE: ¿SUBVERSIÓN O NARCOTRÁFICO?
Los Valles conformados por los ríos Apurímac y Ene se han vuelto una zona emblemática para la actividad del narcotráfico, los cultivos de hoja de coca, la actividad de un remanente de lo que fuero el PCP sendero Luminoso y un dolor de cabeza para el gobierno. Es una zona alejada de los centros urbanos y presenta una logística complicada para la presencia del Estado centralista y criollo peruano. Prácticamente es una ‘tierra de nadie’.
Hace poco, debido a la matanza de 14 soldados y un capitán del ejército esta zona conocida como el VRAE ha saltado nuevamente a la palestra nacional. Desde el Estado y los grandes medios de prensa se han dicho y ensayado muchas explicaciones. Es difícil tomarlas en cuenta pues el desconocimiento de lo que sucede en esta zona proverbial entre los políticos criollos, autoridades del Estado y el periodismo capitalino.
El principal argumento o explicación que escuchamos los ciudadanos de a pie, los trabajadores y población en general es que fue un acto terrorista perpetrado por una facción de senderistas, asimismo, que el ejército necesita más presupuesto, que se tiene que cambiar la estrategia militar, priorizar el trabajo de inteligencia y ganarse a la población, etc. Todo esto no son sino medias verdades y debemos saber que la media verdad es una mentira completa.
El problema de fondo es el narcotráfico no la actividad de Sendero Luminoso.
Lo que no se dice o se pasa por alto olímpicamente es que el narcotráfico ha avanzado en el país. Hace muchos años el periodista británico, Simon Strong , escribió que el narcotráfico avanzó y narcotizo el Estado peruano desde los ochentas. El paso de los años y la historia confirman este acerto que ha sido confirmado y repetido por varias investigaciones posteriores.
Ahora el VRAE ha devenido en la zona más próspera del Perú en la producción de cocaína, tanto así que nuestro país se ha convertido en el segundo productor mundial de este estupefaciente, sin embargo el facilismo del gobierno aprista, de ministros generales y demás políticos del poder es desviar la atención ciudadana y echarle la culpa a una organización política inexistente en términos cuantitativos y cualitativos. Todos ellos hacen de la vista gorda o evaden el principal problema nos hablan de una lucha contra la subversión pero parecen ignorar que los narcotraficantes dominan en la zona y están muy bien armados en defensa del multimillonario negocio de la cocaína.
Pero ¿por qué ese interés de desviarse del problema esencial? ¿Por qué distorsionar la realidad?
La producción de hoja de coca bordea alrededor de las 120 mil toneladas, de las cuales sólo 9000 van hacia el consumo tradicional y la producción industrial (según el sociólogo Jaime
Antezana), el resto se utiliza para la fabricación de clorhidrato de cocaína. Muchos años atrás el negocio ilícito sólo lograba producir la pasta básica (materia prima para la transformación en cocaína) que se exportaba a Colombia. Pero ahora nos hemos convertido en país productor y exportador de cocaína. Según el diario norteamericano New York Times el Perú produce anualmente 290 toneladas de cocaína (¡!) esta cantidad, traducida en dinero significa, según los expertos, unos 18 mil millones de dólares, suma equiparable al total de minerales, textiles y productos agrícolas que exportamos. Según el periodista Carlos Angulo Rivas 18 toneladas de cocaína son para el consumo interno de conspicuos empresarios, jueces, políticos, periodistas y militares de alto rango.
Pero de esto no habla el gobierno ni sus ministros, prefieren repetir machaconamente que el problema es la subversión y el terrorismo porque esto les rinde réditos políticos, porque así engañan a la población y de paso preparan el terreno para el uso de la represión militar en caso de que las luchas populares desborden o se salgan de control.
Con el afán de encubrir el próspero negocio del narcotráfico distorsionan la realidad y nos hablan de luchar contra el terrorismo y los remanentes de Sendero Luminoso. Por eso es que no hay grandes pesquisas sobre los ingentes insumos para la industria del ‘oro blanco’. La ministra aprista Mercedes Cabanillas ha planteado que se necesitarían 30 millones de dólares para implementar garitas ambulantes de la policía para combatir el transporte de insumos hacia el narcotráfico, porque es difícil controlar y revisar los camiones que transportan estos insumos, sin embargo, nos preguntamos ¿cómo es que pasan los insumos químicos que ingresan a las zonas productivas, y entre esos insumos, las ingentes cantidades de kerosene? (diariamente pasan miles de galones, aproximadamente 3 mil)¿No están acaso todas las entradas al VRAE cubiertas por la policía y el ejército? ¿Cómo se traslada toda la cocaína producida? ¿No se conocen los aeropuertos clandestinos o se hacen de la vista gorda las autoridades? Lo que pasa es que el narcotráfico está infiltrado entre las instituciones estatales. Es imposible recordar ahora el narcoavión presidencial en la época de Fujimori o un buque de la Marina de Guerra lleno de droga. Ejemplos abundan. Hace pocos días (20 de abril) se filtró a la prensa el caso de dos policías, que en una requisa de pasta básica (PBC) fueron cogidos ‘in fraganti’, la ministra del interior simplemente no quiso hablar de esto.
El plan excelencia 777 y la estrategia en el VRAE
Siguiendo los planes del Pentágono contra el ‘narcoterrorismo’ el gobierno, extrañamente concedió a las FFAA un papel central en la zona del VRAE. Allí en coordinación entre el ejército, la marina y la aviación se impulsó una fuerte ofensiva militar y con apoyo de información norteamericano.
La estrategia se centraba en dos objetivos, dar un duro golpe a la subversión y tomar el control del Vizcatán, sin embargo, debido a la matanza de los soldados, entre ellos un menor de edad, el país se enteró de que ninguno de estos objetivos se cumplió. No podía cumplirse, desde el comienzo estaba mal planteada la estrategia, se lucha con fantasmas. Sendero no existe o su potencial está sobredimensionado.
De hecho, lo que existe, en la estrategia militar es la misma fórmula que ha venido aplicando el Estado desde la aparición de la ‘lucha armada’ en los años 80: asesinatos de pobladores para justificar su plan, como el caso de humildes campesinos (ejecuciones extrajudiciales con tiros en la nuca) y de una mujer embarazada junto a sus dos niños de 2 y 5 años. El ministro que más se parece a un fantoche justificó el asesinato de esta mujer y sus pequeños hijos diciendo “¿qué diablos hacía esta mujer en Vizcatán? ¿Estaba rezando el rosario?”. El asesinato se produjo a las 7 de la mañana junto a toda su familia, en su propia finca, porque se negaron a , abandonar su finca que ahora es usada como base de operaciones. Es decir desde el Estado se termina avalando la impunidad y la guerra sucia, continúa pensando que la acción militar es suficiente.
Los ‘enfrentamientos’ militares no tienen sentido mientras el gobierno se haga de la vista gorda frente al narcotráfico, mientras no se combata contra el tráfico de insumos que utilizan los narcotraficantes para transformar la hoja de coca en cocaína que van para la zona del VRAE. Si bien existen remanentes del maoísmo de Sendero Luminoso, estos no plantean la lucha armada como una salida política para los problemas del país sino que se han convertido en elementos funcionales al narcotráfico, es decir, han degenerado, más allá de que su táctica hacia la población haya cambiado.
De esta manera, se termina protegiendo al negocio del narcotráfico bajo el argumento de que se combate a la subversión. En esta misma lógica cae el llamado del Partido Nacionalista que pide unirse a implementar un Plan de Paz y Desarrollo para la zona, restando importancia a las causas del conflicto y exigiendo acciones sociales y mano dura al mismo tiempo. El ejército tiene una negra historia en ejercer la violencia contra los más indefensos, los campesinos pobres, presentándolos como terroristas. Como una broma macabra la historia parece repetirse, así no hay justicia, menos democracia y peor aun la tan aludida reconciliación nacional.
En este camino, el país va en una peligrosa dirección hacia la militarización de ‘zonas de guerra’. Para ello cuenta con la inestimable cooperación militar norteamericana, que además le serviría, llegado el caso, de utilidad geopolítica y militar. Es inobjetable la existencia de una base militar norteamericana en la zona justificada como un Centro de Operaciones e Inteligencia Conjunta con el supuesto objetivo de apoyar la ‘pacificación’ y realizar ‘acciones cívicas”.
El fracaso de la estrategia subversiva
Debido a crasos errores tácticos de la estrategia que provocó la muerte de militares, el gobierno prometió algunos cambios y más recursos a para las FFAA. Se priorizará el trabajo de inteligencia militar, y una política para ‘ganarse a la población’, se evitará reclutar a menores de edad, etc.
Pero ¿por qué son tan resistidos o no son aceptados los militares por la población? ¿Cómo apoyarlos si se comportan como ejércitos de ocupación? ¿Acaso no se han presentado casos de robo de animales y violaciones por parte de militares y policías? ¿Cómo conseguir el apoyo de los campesinos si, bajo el pretexto de la lucha antidroga, el ejército trabaja codo a codo con militares de EEUU que pretende apoderarse de la Amazonía y sus riquezas?
Nos anticipamos a anunciar un nuevo fracaso, pues, como dijimos al comienzo, el objetivo está equivocado. No es la subversión sino al narcotráfico al que hay que combatir. Segundo, la realidad de la zona no cambiará con unos cuantos millones destinados a la zona, pues sólo sirven para justificar que se hace algo. Mientras tanto, no existe un plan alternativo a la sustitución del cultivo de la hoja de coca, el abandono de la zona persistirá, más allá de sendas declaraciones, hechas solo para redituarse políticamente y para los titulares de la prensa.
En otro artículo nos ocuparemos sobre los remanentes del “terrorismo” de Sendero Luminoso en la zona.
viernes, 24 de abril de 2009
jueves, 16 de abril de 2009
Cine: ¿quién quiere ser millonario?, para no olvidarnos de los aparatos culturales burgueses
A propósito de la película 'Slumdog Millonaire'
No es ningún secreto para el marxismo que, en base a la enorme miseria de la abrumadora mayoría de la población (despojada de todo medio de producción, a excepción de su fuerza de trabajo) surja la gran riqueza de los capitalistas. Y esto es lo que ocurre, también, en la industria cinematográfica a escala mundial; lo mostró claramente Hollywood en su última entrega de premios.
En efecto, las últimas semanas han aparecido cientos de artículos analizando el significado del “reconocimiento” a los últimos films producidos; muchos han señalado, en alguna medida, cómo, la multipremiada película india ¿Quién quiere ser millonario? (Slumdog Millonaire), que se llevó 8 de los 10 Oscars a los que estaba nominada –incluyendo el de “mejor película”-, es una muestra de esto.
Los slumdogs (que hacen millonarios a otros)
En Argentina son conocidas como “villas miseria”; en Brasil son “favelas”; en Perú, “barrios jóvenes”. En la India son los “slumdogs” los pobres habitantes de los suburbios (el diccionario Espasa-Calpe de inglés dice que, en “sentido figurado”, un slum es una “pocilga”[1]). Allí fue donde se filmó la multipremiada y ganadora indiscutida en “la noche de los Oscar”, Slumdog Millonaire.
La película fue filmada en Dharavi, el mayor suburbio de Asia: apenas 175 hectáreas que concentran cerca de 1 millón de habitantes. Este barrio, uno de los más pobres del mundo, recibe a miles y miles de desplazados de Bombay (o Mumbay), capital financiera de India. Allí llegan musulmanes, bengalíes y otros, que forman una “industria local” que (sobre)vive del reciclaje diario de la basura, trabajando en las 15 000 pequeñas fábricas y los 30 000 talleres que se calcula hay. Ellos emplean las 6 000 toneladas diarias de desechos que produce Bombay[2] -una ciudad de 15 millones de habitantes-.
Pese a la “alegría” del presidente por los Oscar a la película que refleja (en parte) esta realidad, lo cierto es que el gobierno quiere esas tierras, ya que al estar en el distrito financiero son muy cotizadas: actualmente son las más caras del mundo. Hay 19 grandes capitalistas interesados en levantar una nueva y más grande “city hindú”, que le redituaría al gobierno unos 10 000 millones de euros.
Pero lo fundamental –negocios inmobiliarios aparte- de esta entrega de Oscars es cómo, la internacionalización capitalista opera en esta industria, haciendo surgir de la pobreza la riqueza (para unos pocos): Slumdog… ya ha recaudado 160 millones de dólares en el mundo, sólo de taquilla (venta de entradas).
Hollywood y su entrelazamiento (económico) “globalizador”
Un artículo explica así el fenómeno: la India, dice, es un “apetecible y además democrático subcontinente de 1 150 millones de personas que tiene una exitosa megafactoría cinematográfica, Bollywood, y hacia el que productores y actores norteamericanos miran sin disimulo. Y al revés: el magnate indio Anil Ambani inyectó el año pasado 600 millones de dólares en Dreamworks, la productora de Spielberg”[3]. Este “ida y vuelta” consiste entonces en cómo, Hollywood, ingresa a un enorme mercado de más de 100 millones de personas-consumidores, aprovechando que el cine es parte fundamental de la cultura popular de la India. Y cómo a su vez puede producir sus propias películas a bajo costo (en equipamiento, salarios del personal técnico, etc.) para vender otros productos al resto del mundo –lo que como vimos incluye una nueva élite india socia de Hollywood-. Lo “nuevo” en el caso de Slumdog Millonaire es que ahora se “exportan” (como una “muestra democrática multicultural”) los mismos actores y dramas indios… aunque el director y la producción son ingleses. Valga como ejemplo de la conveniencia de asociación esta comparación de costos: mientras que Titanic costó 280 millones de dólares, Slumdog… sólo 15.
Otro análisis dijo que el éxito de Slumdog… “es posible interpretarlo a la luz de cierta tendencia globalizadora que ha venido experimentándose en los últimos años: Hollywood se ha vuelto un poco ambulante: filma donde la inversión resulta más barata (con la vista puesta en mercados que todavía no domina), y en esa estrategia incorpora la dosis de osadía y novedad de la que carece su gran producción mainstream, con lo que genera el efecto ilusorio de una vivificadora renovación. Unas gotas de exotismo sin excesivo riesgo, al fin, porque por lo general no le imponen una mirada distinta sobre el mundo: sólo lo llevan a traducir a otras lenguas y a otros paisajes sus viejas recetas”[4]. Los habitantes de Dharavi se encontraron ante estos acontecimientos divididos: unos, ante el “estrellato” mundial por el reconocimiento de Slumdog… tenían la esperanza de recibir alguna ayuda (“Quizás ahora los políticos hagan algo con toda la atención que estamos recibiendo”, dijo una vecina del slum a la prensa); otros, más “realistas”, expresaban un escepticismo total: uno dijo “No veo ningún cambio en Dharavi y no veré ninguno en toda mi vida. Nuestros políticos no han podido cambiar nada durante sesenta años, entonces ¿qué harán estos cineastas? Vendrán, grabarán imágenes y sacarán dinero. Estaremos aquí hoy, mañana e incluso en los próximos sesenta años”[5].
La cultura amenazada (y utilizada)
Es evidente que la gran industria cinematográfica dominante se hace eco de la crisis mundial: “Hollywood, como nunca, tomó nota que la crisis subió a escena y que la factoría de sueños deberá replantearse su fisonomía y sus inversiones a la sombra del gran parate mundial”[6]. Y ante ello, Slumdog… busca funcionar como “un espeso y heroico melodrama de amor y supervivencia en la violenta Bombay. Su Oscar sugiere un camino: nada de cuestionamientos al sistema ni de tremendismos altisonantes ni de denuncias recargadas; el mundo -nos dice la Academia- sólo está para la esperanza”[7].
En momentos donde el mundo capitalista se encuentra en crisis, Hollywood se posiciona ante el “cambio” de la “obamanía”: una verdadera simulación de “apertura”[8], que es demagogia cinematográfica a gran escala, donde hay premios para producciones donde hay gays (Mi nombre es Harvey Milk[9]), actrices españolas (Penélope Cruz) y “milagros” donde cualquiera se hace millonario.
Sin embargo, la realidad podrá más que cualquier fantasía que difunda la clase dominante desde sus monopolios culturales y, ante la amenaza a la vida (y a la cultura y al arte) que representa el actual hundimiento económico capitalista, la lucha de clases, que surgirá como respuesta la debacle burguesa, será más fuerte que cualquier “magia”, impactando positivamente la retina (y la mente) de millones.
No es ningún secreto para el marxismo que, en base a la enorme miseria de la abrumadora mayoría de la población (despojada de todo medio de producción, a excepción de su fuerza de trabajo) surja la gran riqueza de los capitalistas. Y esto es lo que ocurre, también, en la industria cinematográfica a escala mundial; lo mostró claramente Hollywood en su última entrega de premios.
En efecto, las últimas semanas han aparecido cientos de artículos analizando el significado del “reconocimiento” a los últimos films producidos; muchos han señalado, en alguna medida, cómo, la multipremiada película india ¿Quién quiere ser millonario? (Slumdog Millonaire), que se llevó 8 de los 10 Oscars a los que estaba nominada –incluyendo el de “mejor película”-, es una muestra de esto.
Los slumdogs (que hacen millonarios a otros)
En Argentina son conocidas como “villas miseria”; en Brasil son “favelas”; en Perú, “barrios jóvenes”. En la India son los “slumdogs” los pobres habitantes de los suburbios (el diccionario Espasa-Calpe de inglés dice que, en “sentido figurado”, un slum es una “pocilga”[1]). Allí fue donde se filmó la multipremiada y ganadora indiscutida en “la noche de los Oscar”, Slumdog Millonaire.
La película fue filmada en Dharavi, el mayor suburbio de Asia: apenas 175 hectáreas que concentran cerca de 1 millón de habitantes. Este barrio, uno de los más pobres del mundo, recibe a miles y miles de desplazados de Bombay (o Mumbay), capital financiera de India. Allí llegan musulmanes, bengalíes y otros, que forman una “industria local” que (sobre)vive del reciclaje diario de la basura, trabajando en las 15 000 pequeñas fábricas y los 30 000 talleres que se calcula hay. Ellos emplean las 6 000 toneladas diarias de desechos que produce Bombay[2] -una ciudad de 15 millones de habitantes-.
Pese a la “alegría” del presidente por los Oscar a la película que refleja (en parte) esta realidad, lo cierto es que el gobierno quiere esas tierras, ya que al estar en el distrito financiero son muy cotizadas: actualmente son las más caras del mundo. Hay 19 grandes capitalistas interesados en levantar una nueva y más grande “city hindú”, que le redituaría al gobierno unos 10 000 millones de euros.
Pero lo fundamental –negocios inmobiliarios aparte- de esta entrega de Oscars es cómo, la internacionalización capitalista opera en esta industria, haciendo surgir de la pobreza la riqueza (para unos pocos): Slumdog… ya ha recaudado 160 millones de dólares en el mundo, sólo de taquilla (venta de entradas).
Hollywood y su entrelazamiento (económico) “globalizador”
Un artículo explica así el fenómeno: la India, dice, es un “apetecible y además democrático subcontinente de 1 150 millones de personas que tiene una exitosa megafactoría cinematográfica, Bollywood, y hacia el que productores y actores norteamericanos miran sin disimulo. Y al revés: el magnate indio Anil Ambani inyectó el año pasado 600 millones de dólares en Dreamworks, la productora de Spielberg”[3]. Este “ida y vuelta” consiste entonces en cómo, Hollywood, ingresa a un enorme mercado de más de 100 millones de personas-consumidores, aprovechando que el cine es parte fundamental de la cultura popular de la India. Y cómo a su vez puede producir sus propias películas a bajo costo (en equipamiento, salarios del personal técnico, etc.) para vender otros productos al resto del mundo –lo que como vimos incluye una nueva élite india socia de Hollywood-. Lo “nuevo” en el caso de Slumdog Millonaire es que ahora se “exportan” (como una “muestra democrática multicultural”) los mismos actores y dramas indios… aunque el director y la producción son ingleses. Valga como ejemplo de la conveniencia de asociación esta comparación de costos: mientras que Titanic costó 280 millones de dólares, Slumdog… sólo 15.
Otro análisis dijo que el éxito de Slumdog… “es posible interpretarlo a la luz de cierta tendencia globalizadora que ha venido experimentándose en los últimos años: Hollywood se ha vuelto un poco ambulante: filma donde la inversión resulta más barata (con la vista puesta en mercados que todavía no domina), y en esa estrategia incorpora la dosis de osadía y novedad de la que carece su gran producción mainstream, con lo que genera el efecto ilusorio de una vivificadora renovación. Unas gotas de exotismo sin excesivo riesgo, al fin, porque por lo general no le imponen una mirada distinta sobre el mundo: sólo lo llevan a traducir a otras lenguas y a otros paisajes sus viejas recetas”[4]. Los habitantes de Dharavi se encontraron ante estos acontecimientos divididos: unos, ante el “estrellato” mundial por el reconocimiento de Slumdog… tenían la esperanza de recibir alguna ayuda (“Quizás ahora los políticos hagan algo con toda la atención que estamos recibiendo”, dijo una vecina del slum a la prensa); otros, más “realistas”, expresaban un escepticismo total: uno dijo “No veo ningún cambio en Dharavi y no veré ninguno en toda mi vida. Nuestros políticos no han podido cambiar nada durante sesenta años, entonces ¿qué harán estos cineastas? Vendrán, grabarán imágenes y sacarán dinero. Estaremos aquí hoy, mañana e incluso en los próximos sesenta años”[5].
La cultura amenazada (y utilizada)
Es evidente que la gran industria cinematográfica dominante se hace eco de la crisis mundial: “Hollywood, como nunca, tomó nota que la crisis subió a escena y que la factoría de sueños deberá replantearse su fisonomía y sus inversiones a la sombra del gran parate mundial”[6]. Y ante ello, Slumdog… busca funcionar como “un espeso y heroico melodrama de amor y supervivencia en la violenta Bombay. Su Oscar sugiere un camino: nada de cuestionamientos al sistema ni de tremendismos altisonantes ni de denuncias recargadas; el mundo -nos dice la Academia- sólo está para la esperanza”[7].
En momentos donde el mundo capitalista se encuentra en crisis, Hollywood se posiciona ante el “cambio” de la “obamanía”: una verdadera simulación de “apertura”[8], que es demagogia cinematográfica a gran escala, donde hay premios para producciones donde hay gays (Mi nombre es Harvey Milk[9]), actrices españolas (Penélope Cruz) y “milagros” donde cualquiera se hace millonario.
Sin embargo, la realidad podrá más que cualquier fantasía que difunda la clase dominante desde sus monopolios culturales y, ante la amenaza a la vida (y a la cultura y al arte) que representa el actual hundimiento económico capitalista, la lucha de clases, que surgirá como respuesta la debacle burguesa, será más fuerte que cualquier “magia”, impactando positivamente la retina (y la mente) de millones.
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martes, 14 de abril de 2009
LA LIGA SOCIALISTA ANTE LA CONDENA A FUJIMORI
Alberto Fujimori, un personaje que en 1990 llegó al poder mintiendo, un personaje que, al poco tiempo de salir electo, se dio un autogolpe, aplicó una guerra sucia con elementos fascistoides y fomentó la entrega del país a las transnacionales bajo el pretexto de la guerra contra el terrorismo y del control de la inflación, un personaje que amplió a todos los niveles la corrupción generalizada y que renunció a la presidencia de la república vía fax, ha sido hallado culpable de delitos de lesa humanidad, de violación a los derechos humanos, entre otros graves casos y ha sido declarado culpable. Con esta sentencia Alberto Fujimori se ‘graduó’ legalmente como asesino, corrupto e inmoral ante los peruanos y ante el mundo.
La repercusión de los cargos imputados y de su sentencia ha trascendido las fronteras nacionales. Los diarios más importantes del mundo han reproducido en sus editoriales y titulares el fallo de la justicia: “Perú ha hecho historia”, “Un fallo histórico”, “Culpable” son las frases más repetidas, pues no es frecuente que se juzgue a un ex presidente.
Los jueces no pudieron encontrar ningún atenuante que lo beneficiara, más al contrario aprobaron todos los puntos que sustentaban su acusación desestimando todos los recursos de su abogado y del propio Fujimori. La sentencia no es definitiva, Fujimori apeló la decisión.
Sin embargo, y más allá de esto, la declaración de culpabilidad y la sentencia marca un hito en la lucha democrática y en la tarea histórica de abrir un nuevo curso histórico para el país. Por tanto, es innegable que este resultado tenga incidencia en la política peruana.
Desde ya, están pendientes más juicios, porque los delitos de Fujimori no han sido solo estos casos paradigmáticos, sino que hay más acusaciones de homicidio múltiple que deben ser investigados y no solo a Fujimori sino que implica a otros personajes de su régimen dictatorial.
Pero también deberá ir poniendo las barbas en remojo el actual presidente Alan García Pérez y el vicepresidente general Giampietri, por delitos similares a Fujimori. Más allá de que los escenarios fueron diferentes, los muertos de los penales de El Frontón y Lurigancho, las matanzas de Accomarca, Llocllapampa, Pomatambo, Parcco Alto, Puccas, Cayara, Los Molinos y otros, también fueron crímenes de lesa humanidad que no se pueden perdonar y son imprescriptibles.
La condena que recibió Fujimori representa además una postura frente a la guerra sucia que se impuso en el país desde 1980, de la que también fueron responsables los gobiernos de Fernando Belaunde y Alan García. Pues las víctimas, en su mayoría humildes campesinos, que se cuentan por miles, fueron torturados, desaparecidos y ejecutados extrajudicialmente.
La condena también condena el golpe del 5 de abril, los escándalos corrupción, la perversión de las instituciones gubernamentales y del poder del Estado. Los jueces encontraron responsabilidad penal en el ex dictador por haber creado y dirigido una maquinaria extralegal o paraestatal, que actuó con alevosía (saña, traición, infamia, felonía) para acabar con sus opositores.
Ahora bien, esta sentencia no significa automáticamente que el poder judicial sea una institución proba y limpia. Mantiene una estructura heredada del fujimorato, también está vinculada con fallos a favor de narcotraficantes, está plagada de corrupción y no goza del respeto ciudadano. Por lo tanto no hay que dejarse confundir por los defensores de la actual institucionalidad democrático-burguesa.
Está pendiente un juicio de la historia. Está pendiente porque quienes juzgarán serán los explotados y oprimidos del Perú a través de un cambio revolucionario. Decimos esto pues, si bien es cierto que ahora pesa una condena y cárcel para el reo Fujimori y otros cabecillas, las acciones políticas, económicas y legales que implementó continúan siendo aplicadas y son las que continúan haciendo daño, no solo al país como nación sino al conjunto de trabajadores. Con el pretexto de la lucha contra la inflación Fujimori impuso el actual modelo neoliberal que somete al país a los dictados de las transnacionales, del FMI y del imperialismo. Impuso una constitución bastarda en la que se apoya el actual gobernante García Pérez para seguir entregando el país a la voracidad capitalista, para disponer leyes que criminalizan y penalizan la protesta social, como la que autoriza a la policía a disparar contra manifestantes para disolver las protestas y justas luchas populares.
La actual democracia está en crisis no solo en el país sino en todo el mundo. Con el juicio y la condena a Fujimori se ganó una importante batalla democrática, pero queda aún por ganar otras batallas en el terreno económico, político y social. Cuestiones que esta democracia no otorgará sin lucha. Esas grandes luchas, aun pendientes, las hará el pueblo organizado, no la institucionalidad democrática. Todas estas significarán la revolución social que las mayorías reclaman.
La repercusión de los cargos imputados y de su sentencia ha trascendido las fronteras nacionales. Los diarios más importantes del mundo han reproducido en sus editoriales y titulares el fallo de la justicia: “Perú ha hecho historia”, “Un fallo histórico”, “Culpable” son las frases más repetidas, pues no es frecuente que se juzgue a un ex presidente.
Los jueces no pudieron encontrar ningún atenuante que lo beneficiara, más al contrario aprobaron todos los puntos que sustentaban su acusación desestimando todos los recursos de su abogado y del propio Fujimori. La sentencia no es definitiva, Fujimori apeló la decisión.
Sin embargo, y más allá de esto, la declaración de culpabilidad y la sentencia marca un hito en la lucha democrática y en la tarea histórica de abrir un nuevo curso histórico para el país. Por tanto, es innegable que este resultado tenga incidencia en la política peruana.
Desde ya, están pendientes más juicios, porque los delitos de Fujimori no han sido solo estos casos paradigmáticos, sino que hay más acusaciones de homicidio múltiple que deben ser investigados y no solo a Fujimori sino que implica a otros personajes de su régimen dictatorial.
Pero también deberá ir poniendo las barbas en remojo el actual presidente Alan García Pérez y el vicepresidente general Giampietri, por delitos similares a Fujimori. Más allá de que los escenarios fueron diferentes, los muertos de los penales de El Frontón y Lurigancho, las matanzas de Accomarca, Llocllapampa, Pomatambo, Parcco Alto, Puccas, Cayara, Los Molinos y otros, también fueron crímenes de lesa humanidad que no se pueden perdonar y son imprescriptibles.
La condena que recibió Fujimori representa además una postura frente a la guerra sucia que se impuso en el país desde 1980, de la que también fueron responsables los gobiernos de Fernando Belaunde y Alan García. Pues las víctimas, en su mayoría humildes campesinos, que se cuentan por miles, fueron torturados, desaparecidos y ejecutados extrajudicialmente.
La condena también condena el golpe del 5 de abril, los escándalos corrupción, la perversión de las instituciones gubernamentales y del poder del Estado. Los jueces encontraron responsabilidad penal en el ex dictador por haber creado y dirigido una maquinaria extralegal o paraestatal, que actuó con alevosía (saña, traición, infamia, felonía) para acabar con sus opositores.
Ahora bien, esta sentencia no significa automáticamente que el poder judicial sea una institución proba y limpia. Mantiene una estructura heredada del fujimorato, también está vinculada con fallos a favor de narcotraficantes, está plagada de corrupción y no goza del respeto ciudadano. Por lo tanto no hay que dejarse confundir por los defensores de la actual institucionalidad democrático-burguesa.
Está pendiente un juicio de la historia. Está pendiente porque quienes juzgarán serán los explotados y oprimidos del Perú a través de un cambio revolucionario. Decimos esto pues, si bien es cierto que ahora pesa una condena y cárcel para el reo Fujimori y otros cabecillas, las acciones políticas, económicas y legales que implementó continúan siendo aplicadas y son las que continúan haciendo daño, no solo al país como nación sino al conjunto de trabajadores. Con el pretexto de la lucha contra la inflación Fujimori impuso el actual modelo neoliberal que somete al país a los dictados de las transnacionales, del FMI y del imperialismo. Impuso una constitución bastarda en la que se apoya el actual gobernante García Pérez para seguir entregando el país a la voracidad capitalista, para disponer leyes que criminalizan y penalizan la protesta social, como la que autoriza a la policía a disparar contra manifestantes para disolver las protestas y justas luchas populares.
La actual democracia está en crisis no solo en el país sino en todo el mundo. Con el juicio y la condena a Fujimori se ganó una importante batalla democrática, pero queda aún por ganar otras batallas en el terreno económico, político y social. Cuestiones que esta democracia no otorgará sin lucha. Esas grandes luchas, aun pendientes, las hará el pueblo organizado, no la institucionalidad democrática. Todas estas significarán la revolución social que las mayorías reclaman.
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